domingo, 30 de marzo de 2014

Segundo Himno Nacional de Israel

Desde la época del Rey David y hasta nuestros días,Yerushalayim ha sido inspiradora de obras innumerables. El solo hecho de nombrarlas nos llevaría días enteros.Yerushalayim es más que una ciudad, es un ideal, es la representación de aquella montaña en donde el hombre se encuentra a sí mismo; y tal vez, esa eterna búsqueda es el motor de nuestra alma.



¿Quién no ha escuchado a Yerushalayim en canciones? – en todo tipo de acontecimientos damos crédito de ello tal vez sin pensar que ella llega a ser indispensable. El solemne acto de romper el vaso bajo la jupá (con lo que recordamos la destrucción del Beit Hamikdash), trae consigo música, como por ejemplo la consagrada canción “Shabejí Yerushalayim”, u otros “himnos” en los que la “ciudad sagrada” es la protagonista principal.

La Ciudad de David ha sido siempre símbolo de nostalgia y de esperanza, frases como “el próximo año en Jerusalén” dan cuenta de ello. Sin ir más lejos, el himno “Hatikvá” (La Esperanza), finaliza de la siguiente manera: Ser un pueblo libre en nuestra propia tierra, la Tierra de Sión y Jerusalem.

La canción más famosa es sin lugar a dudas “Yerushalayim shel zahav” (Jerusalén de oro). Traducida a muchos idiomas y cantada en todo el mundo, esta bellísima canción ya consagrada como himnoreune siglos de poesía, y representa el encuentro entre el ideal de un lugar cuasi-celestial y la ciudad real. Les dejamos aquí la letra traducida:

Aire de montañas, cristalino como el vino,
y olor a pinos, llevado por el viento del atardecer
con sonido de campanas
y al descansar el árbol en la piedra, presa de su sueño,
la ciudad se encuentra sola y en su corazón una muralla.

Jerusalén de oro y de cobre y de luz,
oh!, de todas tus canciones soy violín.

Han secándose los pozos de agua,
la plaza del mercado está vacía,
y no hay quien guarde el Monte del Templo
en la ciudad antigua
y en las cuevas en la roca laméntense los vientos,
y no hay quien baje al Mar Muerto por el camino de Jericó.

Pero al venir hoy a cantarte y a adornarte con coronas,
soy el menor de tus hijos y el último de los poetas
porque tu nombre quemaría los labios
como el beso de un ángel, si te olvidase Jerusalén,
Jerusalén de oro.

Hemos regresado a los pozos de agua,
al mercado y la plaza, el shofar vuelve a sonar
en el Monte del Templo en la ciudad antigua,
y en las cuevas en la roca miles de soles brillan,
bajaremos nuevamente al Mar Muerto por el camino de Jericó.


Jerusalén de Oro es más que una simple canción, su poesía encierra ciertos enigmas que despiertan la curiosidad de cualquier ser ambicioso de conocimiento.

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