sábado, 12 de abril de 2014

¿Qué pasó frente al Mar Rojo?

Era ahora la noche del séptimo día del Exodo, el 21 de Nisan y el Séptimo Día de Pesaj...


Dios le dijo a Moshé, "Diles a los Judíos que comiencen a andar. Levanta tu vara y extiende tu mano sobre el Mar Rojo y Yo haré que el mar se abra... Egipto sabrá entonces que Yo soy Dios."

La Nube de Gloria que se encontraba frente al campamento Judío se movió hacia la retaguardia, sirviendo de escudo entre su campamento y el de los Egipcios. La Columna de Fuego iluminó el campamento Judío durante toda la noche, mientras que la Nube de Gloria hizo caer la oscuridad sobre el campo Egipcio. Durante toda la noche los Egipcios estuvieron disparando sus flechas y arrojando sus lanzas contra los Judíos, pero la Nube de Gloria las absorbió a todas de modo que ningún Judío fue herido por ellas. De hecho, de acuerdo a algunas opiniones, esas flechas y lanzas rebotaron y se volvieron en contra de los Egipcios, juntamente con el granizo "suspendido" que había quedado de la plaga. 

Moshé hizo como le dijera Dios y extendió la vara sobre el Mar Rojo. Pero el mar se negó a abrirse. Dijo el mar: "¡Yo fui creado antes que tú y no me abriré delante de un hombre!" Moshé arguyó que él estaba viniendo en Nombre de Dios, pero el mar continuó negándose a obedecer. Mientras tanto, los Egipcios comenzaron a acercarse y los Judíos se sintieron más y más angustiados. Se volvieron a Moshé quien les aseguró que bajarían al mar y lo cruzarían. Pero aunque Moshé levantaba su vara y los Egipcios se acercaban cada vez más, el mar seguía sin abrirse. Para empeorar las cosas, los Judíos vieron barro y arcilla en la orilla del mar, cosa que les hizo recordar los horribles días de su esclavitud en Egipto. "En Egipto nos hundían y enterraban en el barro, ¿también aquí pasará lo mismo?".

Era una prueba de fe al más alto nivel. Najshón, el hijo de Aminadav, de la Tribu de Iehuda, creyó en Moshé y se lanzó al bullente mar. Pero aun así el mar no retrocedía. El agua llegó hasta su nariz amenazándolo con hundirlo por completo. Entonces, en ese preciso momento, Dios Mismo apareció sobre el mar, el que instantáneamente se abrió en doce sendas, una para cada tribu.

Al abrirse el Mar Rojo también se abrieron 
todos los océanos, los ríos y los lagos del mundo; incluso todo aquello que contuviese agua, hasta el agua en vasos y jarras. Esto sirvió para informarle al mundo entero sobre el milagro que Dios había producido.


Hagadá de Breslev.

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